El año pasado, tras un largo curso escolar, ¡por fin habían llegado las vacaciones! Tres largos meses para descansar y prepararse para un nuevo curso. Y ¡nos íbamos a la playa! El tiempo era ideal, la temperatura cálida, la brisa, suave y los pájaros cantando…¡qué bien! Solo faltaba una semana para irse a la playa. Ya habían pasado junio, julio y algunos días de agosto, en los que practicamos natación en la piscina. El día antes de irnos, cogimos las últimas cosas y a la mañana siguiente pusimos rumbo a la costa. Y como era de esperar, mi abuela también venía. Ella fue la causante del terrible problema que os voy a contar. El sitio era genial, y no tardamos en acostumbrarnos, con un fantástico supermercado cerca, panadería y bar. En el supermercado nos compramos un apetecible melón, que empezamos al día siguiente. De hecho, como comentamos en presencia de la abuela que estaba bueno, decidió dejar las semillas para sembrarlas en la huerta de casa al volver. Pero había qu...